La
adopción en parejas del mismo sexo
Los derechos del niño al nacer y vivir en
una familia constituida por un hombre y una mujer, están sumamente amenazados. Así,
la adopción y la posibilidad de utilizar medios de abstinencia medica en la procreación
(AMP) por personas del mismo sexo, al
igual que en el matrimonio, han llegado a ser reivindicaciones políticas. Estas
plantean serias interrogantes que ha menudo se han eludido en nombre de la
igualdad de derechos de todos los ciudadanos ante la ley.
El
sentido de la pareja y la familia inaplicable a la homosexualidad
No podemos limitarnos al sentido del lenguaje cuando se aplican a una asociación
monosexuada, es decir, homosexual, las mismas características que a una unión constituida entre un hombre y
una mujer.
Hay una diferencia cualitativa y de
naturaleza en la cual están en juego al mismo tiempo componentes psicológicos
no comparables y un sentido ético con una medida que no les es común. Así, la noción
de pareja y la de familia nada tiene que ver con estas dos realidades.
Dos personas del mismo sexo (que califico
como dúo) se encuentran en una monosexualidad en la cual están ausentes la
alteridad sexual y la pareja generadora. No constituyen ni una pareja, ya que
no hay alteridad ni complementariedad, ni una familia, puesto que el niño no
proviene de dos personas del mismo sexo.
No se concibe a otro con un igual, en
otras palabras, la expresión del amor implica la deferencia sexual para ser
fértil y fecunda en muchos aspectos, y el niño necesita proceder de un
hombre una mujer para inscribirse en la
sucesión de las generaciones y la historia, y estar en su coherencia
psicológica. Necesita encontrar materiales psíquicos de ambos. Dos hombre o dos
mujeres junto a un niño lo privan de los datos estructurales de lo real, lo
cual tendrá un costo psíquico y social.
En otras palabras, al crear leyes
contrarias al bien común, al sentido ético de la pareja y la familia y a las
necesidades psíquicas, el legislador produce enfermedad en el vinculo social y
la sociedad. Crea un sentimiento que niega realidades humanas estructurantes y
es fuente de inseguridad y de socialización. Por este motivo, “la
homoparentalidad”. Por mucho que esta noción tenga sentido, es una mentira
social, ya que el niño no se concibe ni
se educa a partir de un solo sexo. Esto
es privarlo de una dimensión esencial de
lo real que no podrá compensar la presencia en su medio social de personas del
otro sexo. El niño no solo se desarrolla positiva mente en la doble identificación
con su padre y su madre, quienes es preciso recordar son un hombre y una mujer.
En ningún caso, la no diferencia sexual y la homosexualidad pueden inspirar
leyes en materia conyugal y familiar son que a largo plazo veamos desarrollarse
confusiones de identidad y personalidades de carácter psicótico, es decir, que
carecen de sentido de la realidad y se mantienen en posturas imaginarias. Una
sociedad sin sentido de la diferencia sexual pierde el sentido de la alteridad,
la verdad y la realidad de las cosas. Se manifiesta en particularidades
singulares que no representan interés alguno para los fines de la sociedad y en
nada participan en el desarrollo de la personalidad. La visión monosexual de si
mismo y su existencia inscrita en la ley es un verdadero disolvente social, ya
que no da testimonio de la alteridad sexual, que por si misma fundamenta el
matrimonio y la generación.
Una
sociedad que transgrede los interdictos principales y utiliza el precepto
paradojal
Una inquietante constatación se impone al
observar que el poder político restringe cada vez mas su acción, cuando no
quiere legislar en el sentido del interes general que esta en juego, sino en el
de las costumbres, y esto en contradicción con la libertad de los ciudadanos,
con las estructuras fundadoras de la pareja, el matrimonio y la familia y con
los derechos y los intereses de los niños. De este modo el legislador
desestabiliza el marco propio de la sociedad instituyendo en las leyes
transgresiones mayores. En numerosos estados, se aprueban leyes de excepción
que procuran esquivar el edificio legislativo en relación con la familia para
así permitir a personas homosexuales adoptar niños.
Los medios de difusión y los militantes de
las asociaciones homosexuales se otorgan incluso a la facultad de trivializar
la homosexualidad en numerosas series de televisión y en debates que evaden la
problemática psíquica que esta en juego, y de incluso propagarla en las
escuelas. Una cosa es hacer un llamado a respetar a las personas y otra es
permitir el matrimonio y la filiación a personas del mismo sexo e incluso
imponer la homosexualidad entre los niños y los adolescentes en el ámbito
escolar.
Los jóvenes se encuentran a menudo en
periodos de maduración afectiva y en el proceso de su identificación
homosexuada (que no es todavía homosexualidad) para adquirir confianza en su
identidad. En vez de ayudarlos a encaminarse hacia la heterosexualidad, se les
presenta la homosexualidad como una alternativa, cosa que no es así, lo cual
les provoca una regresión, erotizando sus identificaciones iniciales. La
mayoría de los jóvenes sale de esas sesiones ocultando sus sentimientos de
rebeldía al ser manipulados de ese modo, ya que saben muy bien que los quieren
llevar a un terreno que no representa una verdadera realización afectiva. A los
medios y a los militantes de esta causa se les percibe como personas que desean
justificar a cualquier precio una situación cuya base es problemática. Para los
niños y los adolescentes, una pareja y una familia son un hombre y una mujer,
el resto e un engaño social y un asunto de conveniencia ajeno al matrimonio y
el parentesco. Bajo pretexto de lucha contra “la homofobia”, la escuela se
convierte así en objeto de influjos ideológicos, lo cual es una excusa para
imponer una peculiaridad y despojar a los padres de su educación.
La homosexualidad no puede convertirse en
un principio educativo, ya que esta al margen de la norma de lo que constituye
una pareja y una familia. Los niños y los adolescentes ya tiene dificultades
para representarse lo que puede ser la vida sexual entre un hombre y una mujer,
y la situación se complica aun mas cuando se trata de dos personas del mismo
sexo. Por lo demás , los niños perciben claramente que hay una incoherencia
entre el hecho de ser padres y la manera de ejercer su sexualidad. En otras
palabras, la adopción de los niños exige un criterio de sexualidad para que su
vida sea confiada a adultos que están en la mis a situación que para concebir
un hijo entre un hombre y una mujer. Por este motivo la escuela debe sobre todo
consideras la prominencia del sentido de la pareja y la familia constituida por
un hombre y una mujer.
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